Tres novelas de Nero Wolfe by Rex Stout

Tres novelas de Nero Wolfe by Rex Stout

autor:Rex Stout [Stout, Rex]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Relato, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1959-12-31T16:00:00+00:00


VII

* * *

Dado que Wolfe había sugerido la comparecencia de Kearns a fin de sonsacarle entre los dos, al alimón, sólo me restaba hacerle creer que había cumplido fielmente sus órdenes; pero esto sería, naturalmente, desleal. Por consiguiente, cuando hube depositado el ridículo sombrerito en el perchero del recibidor, escolté a Kearns hasta el despacho y pronuncié su nombre, añadiendo:

—Me tropecé con el señor Kearns en la puerta. Hemos llegado al mismo tiempo.

Wolfe, detrás de su mesa, estaba despachando unas botellas de cerveza cuando entramos. Depositó sobre la mesa la botella que empuñaba en aquel momento.

—Entonces ¿todavía no ha hablado usted con él?

—No, señor.

—¿Quiere un poco de cerveza, señor? —dijo, dirigiéndose a Kearns.

—¡No, cielos, no! —dijo Kearns con mucho énfasis—. No he venido aquí para pasar el rato. Mi asunto es urgente. Estoy muy disgustado por el consejo que han dado ustedes a mi esposa. Deben de haberla hipnotizado, me figuro. Rehúsa incluso verme y rechaza los servicios del abogado que he puesto a su disposición para procurarle la libertad bajo fianza. Exijo que se me dé una satisfacción. Voy a querellarme contra ustedes por haberme enajenado los afectos de mi esposa.

—Afecto —corrigió Wolfe.

—¿Qué dice?

—Afecto. En la interpretación que pretende usted darle no procede el plural.

Alzó el vaso para beber y se lamió los labios. Kearns le contemplaba, mudo de asombro.

—No he venido aquí para recibir lecciones de gramática.

—De gramática, no; de dicción, querrá decir, Kearns golpeaba el brazo de la butaca.

—¿Qué tiene usted que decirme?

—Sería de lo más inútil decirle algo en tanto no haya recobrado el uso de sus facultades, si es que antes lo disfrutó, que lo dudo mucho. Si piensa que su esposa guardaba el menor afecto hacia su persona cuando vino a consultarme hace doce horas, es usted un solemne asno. Si cree lo contrario, su amenaza es de una insensatez ridícula. En ambos casos, ¿puede usted esperar otra cosa que el desprecio?

—Lo que yo espero es una explicación. ¡Espero la verdad! ¡Confío en que me digan ustedes por qué mi esposa rehúsa verme!

—¿Cómo voy a poder decirle lo que yo mismo ignoro? ¡Si incluso ignoro la existencia del hecho a que usted se refiere, pues en su actual estado me permito hasta dudar de la veracidad de sus afirmaciones!… ¿Cuándo y dónde rehusó verle?

—Esta mañana; hace un momento, en el despacho del fiscal del distrito. Se negó asimismo a recibir a mi abogado. Le mandó decir que esperaba hablar primero con usted y Goodwin. —Me hizo un ademán con la cabeza—. ¿Es usted Goodwin?

Lo admití. Su cabeza recuperó la posición normal.

—¡Es humillante! ¡Peor todavía: degradante! ¡Mi mujer detenida! ¡La señora Waldo Kearns en la cárcel! ¡El deshonor se cierne sobre mí y sobre mi nombre! ¡Y ustedes son los culpables!

Wolfe suspiró.

—No sé si valdrá la pena —dijo—, pero voy a intentarlo. Presumo que lo que anda usted buscando es una referencia de la conversación entre su esposa y nosotros durante la noche pasada. Yo puedo considerar la posibilidad de facilitarle un extracto de la misma, pero antes necesito convencerme de su buena le.



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